21 de diciembre de 2013

La revuelta búlgara por la subida de la luz derriba al Gobierno

Diez días de protestas en las calles del país más pobre de la Unión Europea -contra los precios de la electricidad y las políticas de austeridad- han acabado con el Gobierno derechista búlgaro. Al Ejecutivo solo le faltaban unos meses para acabar su mandato. Se formó en julio de 2009 y las elecciones estaban previstas para este julio.


Manifestantes arrojan objetos a la policía búlgara en los disturbios que derribaron al Ejecutivo de Borisov. / efeEl primer ministro, Boiko Borisov, envió ayer su carta de dimisión al Parlamento, después de que los altercados alcanzaran su clímax el martes, cuando al menos 15 personas resultaron heridas en choques entre la policía y unos 3.000 manifestantes que pretendían tomar la Cámara. Borisov, resaltó que no podía seguir adelante con "un Gobierno en el que la policía se pelea con la población. Cada gota de sangre es una mancha para nosotros. No soporto ver un Parlamento rodeado por tapias", dijo en alusión a la violencia desatada en las manifestaciones de los últimos dos días.

Las protestas se iniciaron a la vez en varias ciudades contra el encarecimiento de la electricidad y el gas para calefacción, pero a medida que fueron subiendo de tono se convirtieron en desafíos al Ejecutivo. Con un salario medio de unos 350 euros mensuales, un salario mínimo de 155 y pensiones de 75 euros, los búlgaros no han dudado en rechazar a pedradas las medidas de austeridad que el Gobierno ha impuesto a la población en los últimos cuatro años. Aunque Borisov ha ido haciendo gestos a la desesperada en los últimos días, han sido insuficientes. El lunes forzó la dimisión de su ministro de Finanzas, Simeon Dyankov, responsable de la política financiera. El martes prometió que bajaría el precio de la electricidad un 8% a la vez que anunciaba multas a las distribuidoras de electricidad. Pero unas medidas que podían haber desactivado la protesta han acabado siendo inútiles por tardías. A los manifestantes ya solo les valía la caída del Gobierno. La Constitución búlgara prevé que la dimisión de un Gobierno debe ser ratificada por el Parlamento. La votación esta prevista para esta misma mañana y los observadores consideran que la renuncia será aceptada. Después, el presidente tiene tres oportunidades para encargar nuevo Gobierno. Si fracasa en las tres, deberá adelantar las elecciones, que se celebrarían a fines de abril.

Fuente: LaopiniónCoruña

16 de diciembre de 2013

Las grandes mentiras de los precios de la luz en España

El 1 de enero se revisarán de nuevo los precios de la luz en España. Todo apunta a un repunte. Algunos expertos vaticinan fuertes subidas, que podrían incluso superar el 7%. Como en cada revisión trimestral, se genera gran polémica por parte de los usuarios. Este año, además de los clientes domésticos, también están especialmente combativos los clientes industriales, que, como cada cierto tiempo, airean el fantasma de la deslocalización si los precios de la energía en España siguen subiendo. 

Las grandes mentiras de los precios de la luz en España¿Qué hay de cierto tras todo el ruido de cada revisión trimestral de la electricidad? ¿Realmente está tan cara? ¿De verdad los precios que pagan las grandes industrias son un factor que les forzaría a emigrar fuera de España? 

El precio de la luz, y sus revisiones trimestrales, se ha ido plagando con el tiempo de mitos, leyendas negras y falacias. Ni todo es lo que parece, ni todo parece lo que realmente es. Un análisis estadístico de las cifras que maneja Eurostat desmonta algunos de los tópicos más extendidos en España sobre la electricidad. La media, el primer error Cuando se habla de subidas de la luz, se suele hacer la media, y se consideran todos los clientes como un todo, como si fueran iguales. Pero esto no es cierto. A unos clientes les afecta más que a otros las revisiones de la luz. 

Depende del consumo, de la potencia contratada y del perfil del cliente. Por ejemplo, el usuario doméstico está pagando en estos momentos una media de 0,1752 euros por kilovatio hora de electricidad. Pero los usuarios con menos consumo están pagando el kilovatio hora más caro que los de más consumo, al tener que asumir los mismos costes fijos en menos kilovatios. Así, por ejemplo, un usuario con un consumo de entre 1.000 y 2.000 kilovatio hora paga a 0,24 euros el kilovatio, y otro con un consumo de entre 5.000 y 15.000 kilovatios lo paga a 0,1724 euros.

El hogar no es la gran víctima Parece que los domésticos son los peor parados de la subida de precios de la luz en España, pero realmente, quien más lo sufre son las pymes. Hoy por hoy, los clientes con consumos de entre 20 megavatios hora y 500 megavatios hora (pequeñas y medianas empresas) están pagando la luz en España por encima de 0,18 euros el kilovatio hora, más que lo que pagan los domésticos. Los precios que pagan en estos momentos las pymes españoles están entre los más caros de Europa. Ahora bien, hay países muy significativos, como Alemania, con precios más caros. En concreto, 0,21 euros por kilovatio hora.

 La gran industria paga menos aquí que en Alemania A medida que los tramos de consumo aumentan, España se va alejando de los puestos de cabeza en cuanto a precios de la luz, con lo cual se desmonta el mito de que los precios de la luz están acribillando a las grandes industrias. Al menos, eso es lo que se desprende de las estadísticas de Eurostat, que incluyen impuestos. Para una empresa con consumos de entre 2.000 y 20.000 megavagatios hora al año, el precio del kilovatio es de 0,1266 euros en España, frente a la media europea de 0,132 euros. Los grandes países de la zona euro, como Alemania e Italia, tienen precios sensiblemente más caros, siempre por encima de 0,17 euros. Para una empresa con consumos de entre 20.000 y 70.000 megavatios, el kilovatio sale a 0,104 kilovatios en España, frente a los más de 0,11 de la media europea. En Reino Unido es 0,12 euros, y en Alemania, 0,15 euros.


Fuente: Expansión.com

2 de diciembre de 2013

Soria y Nadal dimisión ya!

Los Presupuestos Generales del Estado al final se decantan porque la política económica se desentienda del problema del déficit tarifario, aunque sea un problema de raíz estrictamente política, larvado por los comportamientos de los distintos Ejecutivos. El déficit público expulsa al déficit tarifario, pese a que el origen del déficit público proviene de la incoherencia política en la adición de costes regulados y primas, combinado con los topes de las tarifas (los precios cobrados al consumidor por la electricidad), una práctica sostenida en el tiempo por los diferentes gobiernos.


Por tanto, parece que el Gobierno ha acabado retratándose a la hora de la verdad. Y eso por la vía que sabe: el propio grupo parlamentario introduce una enmienda en el último momento en el Senado, en la recta final de la tramitación de la Ley del Sector Eléctrico, un impacto directo en la línea de flotación de la reforma. Y todo esto era previsible, tras las últimas recomendaciones de la Unión Europea y la lectura que hizo Cristóbal Montoro de ellas y que pudimos presenciar en su última rueda de prensa tras el Consejo de Ministros.

Antecedentes. Industria ha tenido una obsesión triple a la hora de presentar esta reforma: la primera era que el esfuerzo debía ser compartido entre empresas, consumidores y Estado; la segunda, era que, por tanto “hace daño a todos”, incluso jactándose de ello hasta extremos de sadismo que han enervado a alguno de sus actores por su intensidad verbal. Todo ello aderezado con el excipiente de la obsesión de los ejecutivos populares por volverse venezolanos chavistas persiguiendo y satanizando a las empresas y sectores económicos, utilizando demagógicamente a los consumidores.

En todo caso, esta bomba deja a Soria y Nadal, al “equipo del Ministerio de Industria”, con un trampantojo de reforma eléctrica muy cuestionada y débil, como ya anticipamos en Energía Diario. Desde el punto de vista de la propia norma, se trata de una revisión deslavazada, interesada y apresurada de la Ley del Sector Eléctrico, que no tiene un modelo duradero de política energética y que carece de una expresión concreta de fiscalidad energética o medioambiental consistente.

Adicionalmente, en términos cualitativos, esta reforma incorpora riesgos muy importantes sobre los que hay consenso: el anticipo de una fuerte inseguridad jurídica, litigiosidad y arbitrajes para el Reino de España que hay que anotar en la hoja de expediente de Soria y Nadal cuando empiecen a suceder, caiga lo que le caiga al Gobierno. Pero hay más carencias en la reforma: no se habla de financiación y se ha producido una anulación de relaciones entre Industria, los sectores y agentes, evidenciando la ausencia de capacidad negociadora de los responsables del Ministerio y mostrando una falta absoluta de credibilibidad y fiabilidad en la Administración ante una parte tan relevante de la economía de nuestro país.

¿En qué situación queda ahora el problema del déficit tarifario? En absoluta provisionalidad y a la espera de nuevas “ideas felices” de la factoría. Y con la evidencia de la desintegración de las relaciones entre Industria (una especie de ministro dedicado al parafraseo y al surfeo de la opinión pública en todos los asuntos, proveedor de noticias y frases balsámicas a la ciudadanía) y del resto del Gabinete, en un problema que exige una coordinación de política económica muy importante por los efectos conjuntos que se derivan del mismo para la economía española.

De hecho, el propio Soria, hombre descreído que es capaz de decir una misma cosa y la contraria con extraordinaria facilidad, ya ha abandonado a su suerte al propio Alberto Nadal y ha renegado de la acción de su secretario de Estado, una vez que notaba que las cosas que pintaban mal (olfato no le falta), pese a los contrafuertes de su asociación con Moncloa.

En este estado de cosas, es evidente que Soria y Nadal deben dimitir puesto que este es el problema más grave al que se enfrenta su cartera, y lo único que han logrado hasta el momento es complicarlo y retrasar su resolución por enfocarlo mal y magnificarlo.

De hecho no son parte de la solución, son parte del problema. Y aquí es donde el problema ya alcanza a Rajoy.