América Latina es una región muy
particular, no sólo por su diversidad biológica y cultural, sino también por la
variedad de sus riquezas naturales y de sus recursos energéticos. En tal
sentido, la región cuenta con un gran potencial para el desarrollo de las
energías alternativas, lo que constituye una excelente oportunidad para la
diversificación de la matriz energética regional sobre la base de fuentes
renovables de energía y el uso de tecnología y medidas de eficiencia
energética.
A pesar del gran potencial para implementar programas de energía
sostenible, los combustibles fósiles siguen predominando en la matriz
energética regional. Esto se debe a varios factores, tales como el aumento en
la producción tanto de petróleo como de gas natural experimentado por varios
países de América Latina, la percepción popularizada sobre las tecnologías de
energía renovable como extremadamente costosas y tecnológicamente difíciles, y
la falta de marcos legislativos para promover el uso de la energía renovable en
sus variadas formas.
Sólo en los últimos años hemos visto una fuerte propensión a desarrollar
las fuentes de energía renovable, lo cual se ha cristalizado gracias al
esfuerzo de varios países por definir marcos políticos orientados a la
promoción de energías alternativas, así como merced a la atracción de las
inversiones indispensables para su desarrollo. En gran medida, dichos avances
se han motivado tanto por la necesidad de tener una matriz energética más
segura, diversa y limpia, como por la urgencia de mitigar los impactos
negativos asociados a la generación de gases de efecto invernadero (GEI) en la
producción y el uso de los combustibles fósiles.
Uno de los países latinoamericanos que ha
apostado fuertemente por la energía eólica ha sido Brasil a través de su Programa
de Incentivo a Fuentes Alternativas de Electricidad (PROINFA). Consiguiendo
crecer significativamente en los últimos 5-6 años. Brasil se beneficia de unas buenas
circunstancias climáticas, con una gran complementariedad entre la energía
hidroeléctrica y eólica, lo que facilita la integración de la energía eólica a
la red. A pesar de la crisis económica de 2008-09 creó una falta de liquidez en
los mercados mundiales, el apoyo de BNDES (Banco
Nacional de Desarrollo Económico y Social) ha permitido a la industria eólica desarrollarse en Brasil. La expectativa para los próximos diez años es
que la capacidad instalada en el país aumente en 63.400 MW. De este montante,
18 GW deben ser producidos a partir de las fuentes alternativas complementarias,
entre ellas la energía eólica.
De esta manera, Brasil es líder del sector
en América Latina, según el Consejo Mundial de Energía Eólica (GWEC, por su
sigla en inglés). La entidad informó
que la capacidad instalada del país sudamericano creció en 1.077 megavatios
(MW) durante 2012 hasta llegar a 2.508 MW instalados, mientras que en toda
América Latina el total para el periodo pasó de 2.280 MW a 3.505 MW.
La energía eólica se proyecta como una fuerte alternativa y varios países
han fomentado su desarrollo a través de concesiones, que en muchos casos se
favorecen de programas preferenciales de compra de energía renovable. Se espera
que para finales del 2013 la generación a base de viento tenga una mayor
contribución.
A pesar de las discrepancias señaladas
sobre el estado actual de desarrollo y sobre el hecho de que la disponibilidad
de recursos energéticos varía de país a país, la región en su conjunto posee un
potencial enorme para fomentar las energías alternativas como mecanismo de
desarrollo sostenible y como respuesta eficiente a su creciente demanda
energética. Se calcula que la tasa anual de crecimiento en la demanda
energética en América Latina es de 2,4% y que la inversión necesaria para
ampliar el suministro y mejorar la infraestructura energética equivale al 1,5%
del PIB regional. Con esta realidad, y sin una visión de desarrollo y mayor
integración de las fuentes de energía alternativas en la matriz energética, el
presente y el futuro de América Latina se perfilan como muy dependientes de
recursos energéticos de origen fósil.
En tal sentido, el desarrollo económico de la región debería centrarse en
poner en marcha un programa de desarrollo e inversión en energía renovable que
fomentara la cooperación y el intercambio energético, la generación distribuida
y la eficiencia energética, facilitando la protección ambiental, la inclusión
social y el desarrollo económico.
Fuente: Elaboración Propia - @InfoERenovable
Fuente: Elaboración Propia - @InfoERenovable
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