La energía se encuentra en la base del
desarrollo de nuestra sociedad moderna, y sus diversas formas han ido
evolucionando desde el uso de la madera, pasando por el carbón, hacia la forma
actual que es el petróleo.
Sin energía barata y abundante nunca se
hubiera alcanzado el nivel de vida del cual disfrutamos ahora, sin embargo, los
recursos energéticos fósiles no son ilimitados y su localización y extracción
es cada vez más complicada. Esto se traduce en una subida de los precios del
carburante y conlleva una alta dependencia de los mismos. A este factor se debe
añadir el gran problema derivado de la emisión de gases de efecto invernadero y
otros contaminantes que conlleva su uso,
que inciden notablemente el equilibrio medioambiental y su deterioro.
Se está viviendo en los últimos tiempos un
encarecimiento mundial de los precios del petróleo, del gas natural y otros
combustibles fósiles que ha puesto de manifiesto la gran influencia que las
variaciones de los precios de la energía tienen sobre las economías de las
naciones y de sus ciudadanos.
La Energía eólica es la energía
obtenida del viento,
es decir, la energía cinética generada por efecto de las
corrientes de aire, y que es transformada en otras formas útiles para las
actividades humanas. Ha sido aprovechada
desde la antigüedad para mover los barcos impulsados por velas o hacer
funcionar la maquinaria de molinos al mover sus aspas. En la actualidad, la
energía eólica es utilizada principalmente para producir energía eléctrica
mediante aerogeneradores.
Se trata de un recurso
abundante, renovable, limpio y que ayuda a disminuir las emisiones de gases de efecto
invernadero al remplazar centrales a base de combustibles fósiles, lo que la
convierte en un tipo de energía verde.
Su principal
inconveniente es su intermitencia, variable en función de la hora del día, del
día del año, de la situación geográfica general y de la topografía local. Por tanto, la energía eólica no produce energía
eléctrica consistente y predecible. Después de todo, la simple construcción de
aerogeneradores no garantiza que el viento sople para que se convierta en
electricidad. El resultado de equipos en reposo es producción cero de
electricidad. Debido a que no existen tecnologías eficaces para controlar el
viento, no hay una buena manera de calcular cuánto se generará de electricidad
en un momento dado para una turbina eólica en particular.
De
hecho, un desafío que frena el desarrollo de la energía eólica en todo el
mundo, y por supuesto en España, es su flujo intermitente de generación a la
red. El viento no sopla siempre igual y cuando se quiere. Sin embargo, esta
variabilidad se ve mitigada por los grandes avances producidos en la predicción
de la producción y la magnitud de su variación, que se puede afrontar con
cierto grado de sobrecapacidad como la del caso español.
Si la
industria eólica pudiera desarrollar tecnologías para almacenar el exceso de la
electricidad producida cuando el viento está activo, y luego suministrarla
establemente a los consumidores, la energía eólica renovable ganaría en
importancia en el futuro. Hay muchas tecnologías interesantes en el horizonte
para la solución de este problema, pero hoy en día ninguna de ellas se encuentra
en una etapa en la que podría ser implementada a gran escala y con gran efecto.
Además,
una diferencia importante entre las energías fósiles y energías renovables
radica en la distribución entre costes de inversión y los demás costes como
combustible, operación y mantenimiento, intermitencia y emisiones. En el caso
de las energías renovables, y en concreto de la energía eólica, tanto el coste
de combustible como el de emisiones son nulos pero los costes de inversión
mucho más elevados. En las energías de origen fósil, la parte principal de los
costes está en la compra de combustibles, a la cual hay que añadir actualmente
el coste de las emisiones (CO2 principalmente), que muy probablemente seguirá
aumentando en un futuro cercano.
Para sobrevivir, la industria eólica debe combinar con
eficacia la limpieza del medio ambiente con un bajo costo. En un futuro, con
los subsidios del gobierno reducidos y menos presión por mandatos relacionados
con energía renovable debido a las preocupaciones por los costos, la energía eólica tiene que ser capaz de
competir con los precios para seguir siendo viable. A favor de la
industria eólica está el hecho de que la energía a partir de combustibles
fósiles ha aumentado sus costes continuamente. Si las energías renovables siguen bajando los precios, las dos,
finalmente, se cruzarán.
La energía procedente de fuentes
renovables es esencial para cualquier avance hacia una economía de bajas
emisiones de carbono. De hecho, el crecimiento del sector en los Estados
Unidos, China y otros países asiáticos muestra que su importancia se considera
decisiva de cara al futuro a efectos de la innovación y la seguridad energética
y, en definitiva, para establecer una economía de bajas emisiones de carbono.
El desarrollo de la energía eólica
permite esperar más reducciones de gastos y optimizaciones tecnológicas. En
todo el mundo, aumenta el número de países en los que la tecnología ya es
competitiva en relación con la energía generada por combustibles fósiles. Un
gran número de observadores esperan que la mitad de las instalaciones totales a
escala mundial, en 2030, se instalen en los mercados emergentes, como Brasil,
China, India, México, Marruecos, Sudáfrica y Turquía. Por otro lado, se va
perfilando que los bancos de desarrollo nacionales y multilaterales dirigen
cada vez más sus inversiones hacia la energía eólica en dichos países
emergentes. Asimismo, la construcción de parques eólicos marítimos adquirirá
cada vez más importancia en el futuro.
La tasa de crecimiento
internacional de la energía eólica dependerá, entre otros factores, de las
condiciones marco de la política energética y de planificación. Entre las
condiciones previas fundamentales se encuentran la determinación de regiones
adecuadas para instalaciones en tierra firme y en alta mar, la supresión de
limitaciones de altura restrictivas, la ampliación de la infraestructura de la
red, el fomento de tecnologías de almacenamiento, así como la creación de
estímulos para la repotenciación para aprovechar mejor los emplazamientos
eficaces. Para que la energía eólica pueda desplegar todo su potencial en la
próxima década, también es necesario desarrollar nuevas fuentes de
financiación. Con estas fuentes, se podrán compensar, en parte, las continuas
reservas planteadas por las instituciones crediticias en la OCDE.
En un
contexto económico donde el crédito es escaso en muchos países, el marco legal
es fundamental para la obtención de estabilidad a largo plazo. La
previsibilidad y la facilidad de trabajo son esenciales. Los gobiernos
nacionales deben garantizar el apoyo necesario para evitar una ralentización
del mercado eólico.
En la misma línea, los procedimientos y costes de
acceso a la red deben ser transparentes, así como simplificarse los
administrativos, cumpliéndose los plazos marcados. La estabilidad de la
legislación es clave para sostener el crecimiento de la energía eólica. Cuando
las normativas no son claras, impredecibles o cambian frecuentemente (a veces
con carácter retroactivo, como el caso de España) se dificulta el crecimiento
de la tecnología.
Además, los gobiernos nacionales deberían desarrollar
instrumentos de planificación adecuados para garantizar que la energía eólica
esté en armonía con el entorno natural, cumpliendo con las normativas
internacionales. Para ello el reglamento de evaluación de impacto ambiental
debe ser claro y sólido.
Las turbinas eólicas instaladas en
2012 representan inversiones de 4.000 millones de euros en parques eólicos. Las
perspectivas para 2013 y 2014 son positivas, con 14 proyectos eólicos en
construcción, que provocarán un incremento de la capacidad instalada para otros
3.300 MW y que darán una capacidad total en esta tecnología a Europa de 8.300
MW.
La inestabilidad económica
mundial y los grandes cambios económicos que ya están en marcha, unidos a una
incierta política internacional climática, hacen todavía más difícil predecir
el futuro de la industria eólica.
El Consejo Global de Energía
Eólica, en la cuarta edición de Perspectiva Mundial de la Energía Eólica
(Global Wind Energy Outlook) estima que para el año 2030 la energía eólica producirá más del 20% de las
necesidades energéticas del mundo y a su vez aportarán a la protección
del medio ambiente reduciendo más de 1.5 mil millones de toneladas de dióxido
de carbono (CO2) por año.
Para ese año los generadores de
energía de viento podrían suministrar más del 12 % de la electricidad del
mundo, cifra que podría llegar hasta 20 % dentro de diez años. En ese sentido
se han proyectado tres futuros diferentes para la industria eólica, con
escenarios para 2020, 2030 y 2050.
El crecimiento del comercio
energético en Europa, el cambio en el modo de producir energía de las centrales
convencionales y el desarrollo de las energías renovables, especialmente la
energía eólica, exigen la adaptación de la infraestructura de las redes. Lo
principal, en este caso, son las medidas de optimización y flexibilización en
las redes existentes. La utilización de nuevas tecnologías de almacenamiento
ofrece un gran potencial para la integración óptima de la energía eólica.
Fuente: Elaboración propia
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