13 de marzo de 2013

Energía eólica: Estado del arte


La energía se encuentra en la base del desarrollo de nuestra sociedad moderna, y sus diversas formas han ido evolucionando desde el uso de la madera, pasando por el carbón, hacia la forma actual que es el petróleo.
Sin energía barata y abundante nunca se hubiera alcanzado el nivel de vida del cual disfrutamos ahora, sin embargo, los recursos energéticos fósiles no son ilimitados y su localización y extracción es cada vez más complicada. Esto se traduce en una subida de los precios del carburante y conlleva una alta dependencia de los mismos. A este factor se debe añadir el gran problema derivado de la emisión de gases de efecto invernadero y otros contaminantes que conlleva su uso,  que inciden notablemente el equilibrio medioambiental y su deterioro.
Se está viviendo en los últimos tiempos un encarecimiento mundial de los precios del petróleo, del gas natural y otros combustibles fósiles que ha puesto de manifiesto la gran influencia que las variaciones de los precios de la energía tienen sobre las economías de las naciones y de sus ciudadanos.

La Energía eólica es la energía obtenida del viento, es decir, la energía cinética generada por efecto de las corrientes de aire, y que es transformada en otras formas útiles para las actividades humanas.  Ha sido aprovechada desde la antigüedad para mover los barcos impulsados por velas o hacer funcionar la maquinaria de molinos al mover sus aspas. En la actualidad, la energía eólica es utilizada principalmente para producir energía eléctrica mediante aerogeneradores.
Se trata de un recurso abundante, renovable, limpio y que ayuda a disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero al remplazar centrales a base de combustibles fósiles, lo que la convierte en un tipo de energía verde.

Su principal inconveniente es su intermitencia, variable en función de la hora del día, del día del año, de la situación geográfica general y de la topografía local. Por tanto, la energía eólica no produce energía eléctrica consistente y predecible. Después de todo, la simple construcción de aerogeneradores no garantiza que el viento sople para que se convierta en electricidad. El resultado de equipos en reposo es producción cero  de electricidad. Debido a que no existen tecnologías eficaces para controlar el viento, no hay una buena manera de calcular cuánto se generará de electricidad en un momento dado para una turbina eólica en particular.
De hecho, un desafío que frena el desarrollo de la energía eólica en todo el mundo, y por supuesto en España, es su flujo intermitente de generación a la red. El viento no sopla siempre igual y cuando se quiere. Sin embargo, esta variabilidad se ve mitigada por los grandes avances producidos en la predicción de la producción y la magnitud de su variación, que se puede afrontar con cierto grado de sobrecapacidad como la del caso español.
Si la industria eólica pudiera desarrollar tecnologías para almacenar el exceso de la electricidad producida cuando el viento está activo, y luego suministrarla establemente a los consumidores, la energía eólica renovable ganaría en importancia en el futuro. Hay muchas tecnologías interesantes en el horizonte para la solución de este problema, pero hoy en día ninguna de ellas se encuentra en una etapa en la que podría ser implementada a gran escala y con gran efecto.
Además, una diferencia importante entre las energías fósiles y energías renovables radica en la distribución entre costes de inversión y los demás costes como combustible, operación y mantenimiento, intermitencia y emisiones. En el caso de las energías renovables, y en concreto de la energía eólica, tanto el coste de combustible como el de emisiones son nulos pero los costes de inversión mucho más elevados. En las energías de origen fósil, la parte principal de los costes está en la compra de combustibles, a la cual hay que añadir actualmente el coste de las emisiones (CO2 principalmente), que muy probablemente seguirá aumentando en un futuro cercano.
Para sobrevivir, la industria eólica debe combinar con eficacia la limpieza del medio ambiente con un bajo costo. En un futuro, con los subsidios del gobierno reducidos y menos presión por mandatos relacionados con  energía renovable debido a las preocupaciones por los  costos, la energía eólica tiene que ser capaz de competir con los  precios para seguir siendo viable. A favor de la industria eólica está el hecho de que la energía a partir de combustibles fósiles ha aumentado sus costes continuamente. Si las energías renovables siguen bajando los  precios, las dos, finalmente, se cruzarán.
La energía procedente de fuentes renovables es esencial para cualquier avance hacia una economía de bajas emisiones de carbono. De hecho, el crecimiento del sector en los Estados Unidos, China y otros países asiáticos muestra que su importancia se considera decisiva de cara al futuro a efectos de la innovación y la seguridad energética y, en definitiva, para establecer una economía de bajas emisiones de carbono.
El desarrollo de la energía eólica permite esperar más reducciones de gastos y optimizaciones tecnológicas. En todo el mundo, aumenta el número de países en los que la tecnología ya es competitiva en relación con la energía generada por combustibles fósiles. Un gran número de observadores esperan que la mitad de las instalaciones totales a escala mundial, en 2030, se ­instalen en los mercados emergentes, como Brasil, China, India, México, Marruecos, Sudáfrica y Turquía. Por otro lado, se va perfilando que los bancos de desarrollo nacionales y multilaterales dirigen cada vez más sus inversiones hacia la energía eólica en dichos países emergentes. Asimismo, la construcción de parques eólicos marítimos adquirirá cada vez más importancia en el futuro.

La tasa de crecimiento internacional de la energía eólica dependerá, entre otros factores, de las condiciones marco de la política energética y de planificación. Entre las condiciones previas fundamentales se encuentran la determinación de regiones adecuadas para instalaciones en tierra firme y en alta mar, la supresión de limitaciones de altura restrictivas, la ampliación de la infraestructura de la red, el fomento de tecnologías de almacenamiento, así como la creación de estímulos para la repotenciación para aprovechar mejor los emplazamientos eficaces. Para que la energía eólica pueda desplegar todo su potencial en la próxima década, también es necesario desarrollar nuevas fuentes de financiación. Con estas fuentes, se podrán compensar, en parte, las continuas reservas planteadas por las instituciones crediticias en la OCDE.
En un contexto económico donde el crédito es escaso en muchos países, el marco legal es fundamental para la obtención de estabilidad a largo plazo. La previsibilidad y la facilidad de trabajo son esenciales. Los gobiernos nacionales deben garantizar el apoyo necesario para evitar una ralentización del mercado eólico.
En la misma línea, los procedimientos y costes de acceso a la red deben ser transparentes, así como simplificarse los administrativos, cumpliéndose los plazos marcados. La estabilidad de la legislación es clave para sostener el crecimiento de la energía eólica. Cuando las normativas no son claras, impredecibles o cambian frecuentemente (a veces con carácter retroactivo, como el caso de España) se dificulta el crecimiento de la tecnología.

Además, los gobiernos nacionales deberían desarrollar instrumentos de planificación adecuados para garantizar que la energía eólica esté en armonía con el entorno natural, cumpliendo con las normativas internacionales. Para ello el reglamento de evaluación de impacto ambiental debe ser claro y sólido.

Las turbinas eólicas instaladas en 2012 representan inversiones de 4.000 millones de euros en parques eólicos. Las perspectivas para 2013 y 2014 son positivas, con 14 proyectos eólicos en construcción, que provocarán un incremento de la capacidad instalada para otros 3.300 MW y que darán una capacidad total en esta tecnología a Europa de 8.300 MW.

La inestabilidad económica mundial y los grandes cambios económicos que ya están en marcha, unidos a una incierta política internacional climática, hacen todavía más difícil predecir el futuro de la industria eólica.
El Consejo Global de Energía Eólica, en la cuarta edición de Perspectiva Mundial de la Energía Eólica (Global Wind Energy Outlook) estima que para el año 2030 la energía eólica producirá más del 20% de las necesidades energéticas del mundo y a su vez aportarán a la protección del medio ambiente reduciendo más de 1.5 mil millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2) por año.
Para ese año los generadores de energía de viento podrían suministrar más del 12 % de la electricidad del mundo, cifra que podría llegar hasta 20 % dentro de diez años. En ese sentido se han proyectado tres futuros diferentes para la industria eólica, con escenarios para 2020, 2030 y 2050.
El crecimiento del comercio energético en Europa, el cambio en el modo de producir energía de las centrales convencionales y el desarrollo de las energías renovables, especialmente la energía eólica, exigen la adaptación de la infraestructura de las redes. Lo principal, en este caso, son las medidas de optimización y flexibilización en las redes existentes. La utilización de nuevas tecnologías de almacenamiento ofrece un gran potencial para la integración óptima de la energía eólica. 

Fuente: Elaboración propia

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