
La central nuclear de Garoña, en Burgos, la más antigua de España, inaugurada hace 43 años, puede volver a abrirse y empezar a producir electricidad. Al menos esa es la posibilidad que le deja el Gobierno a Nuclenor, titular de la planta, al dar luz verde ayer a un real decreto que establece que el cierre de las centrales solo será definitivo cuando se produzca por motivos de seguridad. La normativa está hecha a medida para Garoña, que paró en diciembre de 2012 por cuestiones económicas. Y precisamente la economía, en este caso la rentabilidad, será la que decida si vuelve a ponerse en marcha. Las nuevas exigencias de seguridad tras Fukushima obligan a invertir al menos 100 millones de euros en reformas.